Voy conociendo gente sin que me provoque deseo. Los conozco,
veo su espalda. No me provocan más que una convulsión momentánea.
Así voy, hoy son las ventemil de la noche y mi ritmo me
detiene en un cubilete vacío tal cual inició el año. Cuando me prometí el goce
efímero apareció un fenómeno que todo lo desintegró. Así fue que la marcha
empezó a crujir intermitencias que nada tenían que ver con el compás que mis
amigos festejaban.
Bueno, la dialéctica no existe. Es una construcción de un
alemán.
Yo puedo remitirlo, pero sigo un paso que me está llevando a
sacar el cuerpo por fuera del tarro.
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