La estanca melodía de arrabal que se ha apostado.
Los días, sujetos del tiempo, acontecen sobre aquello que distrae a los hombres. Entonces todos se largan en la carrera de los acontecimientos; sus tránsitos son buenos o malos, y de eso sí parecen conscientes.
Donde ocurre lo contrario, las reflexiones sobre sucesos que van y vienen parecen asemejarse a algún cortejo fúnebre, fuerte analogía que no ha de ser, tal vez, precisa, pero en ello hay un disgusto propio de esas procesiones.
Con respecto a quién entienda sobre ésto, no buscará algún sentido. Será que ante la presencia de lo ausente uno pendulea en universos de necesidades abstractas y sin mucha significación. No es una tarea sencilla dejarse llevar ante la futlidad que supo construirse a sí misma.
Cabe destacar, como es de costumbre, que si uno está aquí es por la intransferencia de determinadas situaciones. Siempre que pude evité hablar del espanto y cuando por dentro la estanca melodía de arrabal se reitera, la voluntad del hombre es la que adormece ese pavor de los débiles. Quién pudiese estremecerse ante tal afirmación: las voluntades son como los días y como los hombres, distraídos, aunque estén estrechamente atravesados por el tiempo.
No quiero hablar del egoísmo de los hombres, al fin esa opacidad ha de salvarlos, ¿no es así?
Pero quien se deja mecer por la agradable pereza del olvido habrá de encontrar en el tiempo una consecuencia y no un tránsito. El olvido es la peste del timorato; no obstante en el olvido se sujetan las más tiernas mentiras que han de ser anécdota del hombre de la voluntad.
Y sobre la memoria espada de damócles del olvido hemos de ser considerados. Las más tiernas verdades, son el alimento de su existencia, y quién pretenda enarbolarse bajo la venganza corrosiva del olvido sabrá que hubo verdades que nunca, nunca dejarán de estar allí. Olvido y memoria, de muchos años podrán ocuparse, con la sensatez del hombre de razón allí encontrarán el sentido y donde emerja el temible depósito de angustia, ese cántaro de ardor que suplica residuo y ceba al hombre de bien, olvido y memoria estarán resignados ante la voluntad. Y el mártir del misericordioso será quien, ni con la tenacidad de las nostalgias, podrá permitirse más pasos de los que ya ha dado sobre mí.
¿Quién podría escribir sobre tantos nortes resplandecientes?
Es quien se ha hundido y conoce bien los rincones de la fosa.
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