
Soy como una vid, una uva de cosecha, aborgoñada como niña enamorada,
me siento como el viento que descarado pasa, entre las hendiduras sin permiso ni vergüenza,
porque estoy como una casa, edificada hasta la boca, de sensaciones y frases sobre el mundo,
y digiero, dulce dejo, tu sinfonía de garbosa cultura,
y es que intento convertirme, en bicicleta que rueda, entre los menhires de tu imperio de bondad.
Es que quiero comprarte, el terreno de amor, que sembraste sin mi presencia,
y explotarlo hasta que la tierra riegue el cielo y de las nubes crezca luz.
Y me animo a hurtarte tu calma, y adherirla a mi ansiedad por conocerte,
me arriesgo a reclamarle al necio tiempo, su porfía,
hacerle saber, ternura, que no habrá segundo en el claro,
que detenga mis clavijas de frenesí, ante la infinitud
de un abrazo entre los dos.
me siento como el viento que descarado pasa, entre las hendiduras sin permiso ni vergüenza,
porque estoy como una casa, edificada hasta la boca, de sensaciones y frases sobre el mundo,
y digiero, dulce dejo, tu sinfonía de garbosa cultura,
y es que intento convertirme, en bicicleta que rueda, entre los menhires de tu imperio de bondad.
Es que quiero comprarte, el terreno de amor, que sembraste sin mi presencia,
y explotarlo hasta que la tierra riegue el cielo y de las nubes crezca luz.
Y me animo a hurtarte tu calma, y adherirla a mi ansiedad por conocerte,
me arriesgo a reclamarle al necio tiempo, su porfía,
hacerle saber, ternura, que no habrá segundo en el claro,
que detenga mis clavijas de frenesí, ante la infinitud
de un abrazo entre los dos.
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